Tus ojos...


Volví a recordar el por qué llegué hasta aquí. La razón por la cual cada día siento la calma de las noches reemplazar mi respiración por suspiros que no quiero olvidar.

En aquellos días, mi pasión por la escritura estaba muriendo. Igual que sucede con cualquier actividad que de pronto deja de darte algún tipo de satisfacción. Y eso era muy extraño, porque siempre he amado las letras. Se lo debo a mi Padre, a mi Madre, y a toda aquella literatura con la que crecí.

Tus ojos. Fue una inspiración repentina, un rayo en medio del desierto. No era común, aunque pareciera natural. Tus ojos formaban una sonrisa en el universo que hasta el sol de hoy no he logrado comprender. Y la verdad no se si deba o quiera hacerlo. Las cosas más simples de la vida deberían disfrutarse sin buscar una explicación particular.

Las personas te observan y me dicen que tus ojos no tienen nada particular. Ciegos en un mundo de colores grises, donde no vale el esfuerzo explicarles los colores. Ni siquiera me detengo a pensar en ello.

Quería escribir algo que explicara que tus ojos son la razón de mis escritos, de mis palabras rebuscadas, de las excusas comunes... Y sin embargo, estoy divagando demasiado, porque no deseo mostrar ese secreto que oculta tu brillo, tu silencio, tus tristezas, alegrías, y esas sonrisas desveladas que recorren tu piel a la medianoche de éstas palabras... Y prefiero observar la razón de ellas, sin tener que explicarlo...

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