Almendras Galácticas
No era la primera vez que veía pasar esos profundos ojos animados. De hecho, era lo primero que buscaba cuando llegaba a trabajar. Esos risueños, profundos y encantadores ojos en forma de almendras galácticas. Más de una vez quedé como un tonto mientras su sonrisa me saludaba, y veía cambiar el tiempo a velocidades que no comprendo, rodeando su aura con ese suave y casi imperceptible perfume. Pero hoy, era distinta.
Hoy esa mirada, esa sonrisa, ese andar apresurado y ocupado me rodeaba en silencio desde la primera ojeada de la tarde. Ni siquiera podía comprender la forma en que quedaba atrapado, conectado como un rayo al suelo sin poder siquiera pensar. Era genial. Una sensación diferente, perdida en el tiempo y olvidada con los años.
Eran pocas las conversaciones, pero ricas en cada segundo. Y siempre con esa genial forma de ser que me atrapaba. Era cada día diferente, pero todos con la misma esencia de noches en vela, de paraísos desconocidos. Eras tan… sublime.
A veces sentía que estaba tras de una estrella sola en el cielo, vestida de noches, de cantos y fantasía, con esos cabellos rojizos, con esa nariz respingada, casi élfica… eran tantas cosas juntas que pasaban por mi mente, pero que no me dejaban decir las palabras correctas… Siempre, sin las palabras correctas.
Casi el sueño de una noche en Atenas rodeado de la magia eterna que consume el universo, así era verla cada día… Y aunque nunca tenía las letras adecuadas, siempre estaba allí, esa hermosa sonrisa, y esos ojos de eternas almendras galácticas…
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