La muerte del reflejo
Despertó con las manos ateridas de frío. La noche inclemente había soltado a los vientos del sur para enfriar los corazones de los hombres, harta ya de tanto desgaste humano. Caminó tambaleante hacia la sala de su cabaña de madera, taciturno, de mirada perdida, odiando su naturaleza baldía.
De pronto, se detuvo. Helada la piel del frío sudor del cobarde, miró al frente. Allí, imitando sus movimientos, estaba su enemigo. Jamás supo cómo lo encontró, o cuándo había seguido buscándolo., pero sí estaba seguro de algo: no quería su presencia.
Sus dientes rechinaron de rabia. Rápidamente, saltó a la alcoba, buscó su arma, y se escondió tras la puerta de madera. Sabía que seguía allí, en alguna parte de la casa. Súbitamente, saltó al pasillo, y pudo ver aterrado, que su enemigo también estaba armado. Ahora, ya no podía oprimir el gatillo. Ambos se vieron de arriba abajo, estudiándose, observándose. Intentando averiguar cuál de los dos activaría el arma…
Fue entonces cuando se dio cuenta, de que su nombre era llevado por su enemigo. Tenía sus poderes, su gloria, su pasión, su espíritu. Lo odió como nunca lo había sentido hacia nadie. De pronto, sus ojos se encontraron con los suyos. Aterrado, vio que ambos tenían la misma esencia, la misma fuerza. Fue cuando descubrió que odiaba su propio reflejo en el espejo.
Un grito de ira. El disparo se escuchó a lo lejos, a través del bosque que aullaba junto al viento. La sangre corría por la habitación, los cristales rotos, dispersos por toda la sala, reflejaban en pequeños espacios los diversos lugares de la cabaña. Sus ojos, abiertos al techo, no entendían. Su cuerpo intentaba hacer movimientos... pero solo había espasmos de un cuerpo muerto…
Nunca logró entender por qué al matar a su enemigo, él también había muerto.
Pero era evidente, que al morir su reflejo, se había matado a si mismo…
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