Porcelana
Fue ese momento de la mañana, en que no ha amanecido, pero ya las estrellas no se ven. Desvelo de una madrugada que aún no comienza, de un momento en el tiempo que nunca se define. Y así como en mi mente, su piel parecía parte de un molde que aparecía y desaparecía entre las sabanas de mi cama. Con sus brazos bajo la almohada, sus cabellos desordenados con el orden del caos, y esa suave y rítmica respiración moviendo lentamente su espalda. ¿Por qué se convierte en un momento sin tiempo? La verdad, ni siquiera pierdo un pensamiento en buscar la respuesta.
Y ensimismado, sonriente y bajo esa tenue calma con la que me sostienes sin saberlo, alli acostada, me dejo llevar a través de una puerta al cielo, por un atajo al paraíso, como si el origen de las preguntas más importantes simplemente fueran contestadas por este vago momento, ese espacio entre sábado y domingo que no tiene sentido. Es casi un delito despertarte. De hecho, ni siquiera quiero moverme de mi espacio, aterrado de perder ese momento hechizado de blanco y negro, de porcelana fina pulida en tu piel y convertida en parte de una escultura viviente. ¿Será que beso tu espalda? ¿Rompería eso el hechizo del tiempo que se ha formado dentro de mi pequeña habitación? No quiero arriesgarme, porque es por un momento como este que empecé a sentirme vivo, entre líneas blancas y negras, sin más colores en el aire.
Ahí esta. Sin darme cuenta tus cabellos se mueven contrario a mi posición y me dan una imagen de esa carita somnolienta, de ojos curiosos y de una sonrisa universal. Y la verdad, sólo necesito esos milisegundos, ese espacio de tiempo incalculable para volver a enamorarme de ti, y responder nuevamente a las preguntas del cosmos. Porque sólo necesitas ese fragmento de tiempo, para sentirte vivo de nuevo...
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