Calipso


Caminaba con aquellos pasos llenos de arena y vida, con todos aquellos colores de bronce, madera fina y aromas de mar. Era de piel morena, curvas llenas de olas y vientos eternos, y una mirada lejana que llenaba todos los espacios del universo.
Sus cabellos tenían vida propia, como la brisa cambiante del océano, y eran como ella, rebeldes, de pasión y furia como las tormentas del trópico. Aquella sonrisa que emanaba por toda su alma hechizaba a viajeros y navegantes, como espejismos en el desierto, completando el encano de aquella dulce hechicera que vivía del mar.
Era su respiración la calma, su piel la estancia que deseaba habitar por todas mis vidas. Sus abrazos, su perfume de corales, eran algo que nunca deseaba dejar marchar. Cada respiro se convertía en una parte de mi ser, una ola perdida en las playas de una vida acostumbrada solamente a sol y arena. Pero había pasado levemente por las orillas de mi vida, y sentía que había sido toda una tormenta tocando con cada gota de vida aquella isla que llamo vida. Definitivamente, toda una deidad marina.
Y, aun así, como todo en la vida, tomo la tormenta, como la lluvia, nunca es eterna. Pero sigo soñando con aquella calma, aquellos brazos, y esa dulce sonrisa de cristal, mientras la noche iluminaba los vacíos que llenaste con simplezas, con risas, suspiros, y mares de brisa cálida… como una flor del trópico viviendo en el fondo del mar.
Sigo sintiendo en mi alma los efectos de tu piel morena, de tus suaves maneras, y de esos cabellos rebeldes con vida propia. No sé si volveré a encontrarte, o si soy digno siquiera de verte de nuevo. Pero en mi alma siempre estarán esos suaves movimientos ondulantes de mar, preludio eterno de esos colores de bronce…. madera… y aromas de mar…

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