Cosmos
La mañana se fue tan distante como indiferente, de la misma forma que las personas ven a un mendigo pidiendo en el Metro.
Así, ella caminaba ajena al mundo, lejos de su propia esencia, como si el universo y sus pensamientos fueran cosas paralelas que jamás se conectan. Era capaz de sentir, pero no comprendía cada faceta de todo eso que la rodea. Y aún así, su sonrisa trémula bastaba para disimular su desconcierto. Los demás la veían, y devolvían esa sonrisa vacía y desconectada de cualquier empatía. Cada paso la acercaba a ella misma, pero hacía desaparecer sus emociones, sentidos, sentimientos. Pero se sentía en calma. Ecos de un cosmos, de palabras mentales se difuminaban en espirales de blanco y negro; igual, no se necesitaban colores muy específicos para todo aquello que la rodeaba.
Las voces sonaban a su alrededor como murmullos sin sentido. Personas que miraban sin ver, palabras vacías, ecos en una habitación llena de todo el vacío del universo. Pero estaba en calma. Sabía que no importaba una dirección exacta, un camino constante. Por primera vez su distanciamiento del mundo estaba completa, y también, por primera vez, no se sentía agobiada por la sensación de miedo, angustia, o esa desolación espectral que la acompañaba al abrir sus oscuros ojos.
Y de repente, allí estaba. en el andén del tren, alguien le sonreía de una manera diferente. era una persona de colores parada allí, entre todo lo gris. Y la observaba, la sentía... Podía atravesar su mente y ver el cosmos que lo rodeaba. Ambos estaban desconectados, paralelos a su realidad. No estaba sola. Ahora ella sonreía, y no eran necesarias palabras para describirlo. Empatía. Dos universos desconocidos, distantes, desolados, unidos por las mismas sensaciones en un espacio tiempo que jamás había sido calculado.
Cuando el tren se movió, ambos supieron que no se verían jamás. Y eso los hizo sonreír de nuevo. Al fin entendían la soledad, la construcción de un silencio interno que le era indiferente al entorno que los rodeaba. El cosmos los había conectado a través del vínculo más primitivo, antiguo y olvidado de todos.
Entonces él suspiró, cerró los ojos, y se dejó llevar por el gran silencio de su interior. al abrirlos, se dio cuenta de que alguien lo estaba observando... Alguien que nuevamente atravesaba su mente a través del cosmos... a través del Gran Silencio... y sonrió...
Así, ella caminaba ajena al mundo, lejos de su propia esencia, como si el universo y sus pensamientos fueran cosas paralelas que jamás se conectan. Era capaz de sentir, pero no comprendía cada faceta de todo eso que la rodea. Y aún así, su sonrisa trémula bastaba para disimular su desconcierto. Los demás la veían, y devolvían esa sonrisa vacía y desconectada de cualquier empatía. Cada paso la acercaba a ella misma, pero hacía desaparecer sus emociones, sentidos, sentimientos. Pero se sentía en calma. Ecos de un cosmos, de palabras mentales se difuminaban en espirales de blanco y negro; igual, no se necesitaban colores muy específicos para todo aquello que la rodeaba.
Las voces sonaban a su alrededor como murmullos sin sentido. Personas que miraban sin ver, palabras vacías, ecos en una habitación llena de todo el vacío del universo. Pero estaba en calma. Sabía que no importaba una dirección exacta, un camino constante. Por primera vez su distanciamiento del mundo estaba completa, y también, por primera vez, no se sentía agobiada por la sensación de miedo, angustia, o esa desolación espectral que la acompañaba al abrir sus oscuros ojos.
Y de repente, allí estaba. en el andén del tren, alguien le sonreía de una manera diferente. era una persona de colores parada allí, entre todo lo gris. Y la observaba, la sentía... Podía atravesar su mente y ver el cosmos que lo rodeaba. Ambos estaban desconectados, paralelos a su realidad. No estaba sola. Ahora ella sonreía, y no eran necesarias palabras para describirlo. Empatía. Dos universos desconocidos, distantes, desolados, unidos por las mismas sensaciones en un espacio tiempo que jamás había sido calculado.
Cuando el tren se movió, ambos supieron que no se verían jamás. Y eso los hizo sonreír de nuevo. Al fin entendían la soledad, la construcción de un silencio interno que le era indiferente al entorno que los rodeaba. El cosmos los había conectado a través del vínculo más primitivo, antiguo y olvidado de todos.
Entonces él suspiró, cerró los ojos, y se dejó llevar por el gran silencio de su interior. al abrirlos, se dio cuenta de que alguien lo estaba observando... Alguien que nuevamente atravesaba su mente a través del cosmos... a través del Gran Silencio... y sonrió...
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